Fotografía e Historias de Viaje Amateur

17 de septiembre de 2012

CERRO PIONONO – LAGUNA SAGRADA DE GUATAVITA


https://fbcdn-sphotos-a-a.akamaihd.net/hphotos-ak-prn1/s720x720/548136_10151158071999679_1784315913_n.jpghttps://fbcdn-sphotos-f-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash4/318412_10151158074359679_717329694_n.jpgSiendo las seis de la madrugada, todavía con el recuerdo vivo y palpitante del importante triunfo de la selección colombiana de futbol masculino  sobre su similar de Uruguay por cuatro goleas a cero, me levante a regañadientes. El motivo de este inusual acontecimiento, el levantarme tan temprano un Sábado, no era más que el salir de viaje (mi más grande pasión). Tras el tortuoso camino que tuve que recorrer hasta llegar a la universidad, el cual hice acompañado de los recuerdos bastante alegres de la noche anterior y otros tantos no tan felices que no vienen al caso, lleno de sueño entre mis parpados y mis ojos. Tuvimos que esperar un lapso indeterminado de tiempo a que los demás compañeros de la materia llegaran incumplidamente a la cita.
El frio era típico de una madrugada en la sabana de Bogotá, un cielo exquisitamente azul con un par de nubes perfectamente algodonadas prometían un día de clima perfecto (cosa que en este hermoso paraje geográfico es totalmente utópico e idílico). El sol asomaba un par de grados por encima de los cerros orientales y sumándose al retumbar de los tambores y gritos eufóricos de la noche anterior que aun retumbaban en mi cabeza, no veía la hora de que el bus arrancara su recorrido.
https://fbcdn-sphotos-b-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash4/421587_10151158076034679_1405661209_n.jpgSin ser de mayor importancia el momento en que el bus comenzó su recorrido hacia la población de Sopó, donde iniciaríamos nuestra caminata, logre dormir unos cuantos minutos para poder seguir recuperando energías para lo que se venía. Un poderoso desayuno en una cafetería del parque central de Sopó, donde dejó el bus para iniciar nuestro recorrido fue la última porción de energía que necesitaba para recargar las baterías e iniciar esta travesía (obviamente no fue la más aventurera de mi vida, pero el viajar sin importar la escala de este, si uno lo desea, lo puede convertir siempre en travesía). Un joven sopoceño nos acompañaría a manera de guía hasta llegar al Parque Ecológico Pionono, ubicado sobre la cresta del cerro del mismo nombre. Su trabajo se vería disminuido notablemente por el tamaño y por la diversidad de pasos a la hora de caminar que existían dentro del grupo.
Tras caminar unas dos o tres cuadras desde el parque principal de Sopó, en dirección noroccidente, nos encontramos atónitos frente a un camino que debíamos subir. Este tenía una inclinación bastante cercana, si no superior, a los cuarenta y cinco grados, y se extendía casi que infinitamente. Pese a estar pavimentada y supuestamente habilitada para e tránsito de vehículos motorizados, se notaba a leguas que, a duras penas los perros de las viviendas que se encontraban a ambos lados del camino eran capaces de subir por esta vía. Al pasar los primeros cien o doscientos metros https://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash4/285568_10151158074649679_1787375278_n.jpgde este recorrido, lo que en el inicio era un grupo bastante compacto se convirtió en un grupo fraccionado de individuos que resoplando, secándose el sudor de la frente, y atacando desesperadamente sus reservas de agua, luchábamos frente a la agreste pendiente y el cansancio. Como todo gran esfuerzo en la vida, tarde o temprano trae una recompensa, tras haber recorrido los primeros trescientos o cuatrocientos metros, tras tanta inclinación ya se podía empezar a apreciarse  algunas curvas, sectores de la sabana de Bogotá. Esto siguió sucediendo según el camino iba avanzando.
Habiendo superado esos primeros quinientos o seiscientos metros iníciales, rompedores de pierna, perforadores de pulmones, paulatinamente nos dimos cuenta que, al ir desvaneciéndose la intensa pendiente que caminábamos hacia una ya no tan intensa pero aun pendiente, también veíamos difuminarse la densidad de las construcciones a lado y lado del camino.  Tras tener ya un segundo aliento pude empezar a entender y disfrutar el camino. Casas bastante sencillas y correctas, de campesinos contrastando con intentos de suntuosidad y egos sobresaltados se mezclan sobre las laderas de este inmenso cerro. Casetas metálicas que algún día fueron tiendas del sector, se barajan de vez en cuando con restos de alguna carrera de ciclo montañismo que frecuentemente acontecen por esta ruta, algunos carros con música a todo volumen suben entusiasmados, aventurándose a lo que más tarde será para ellos su primera experiencia en parapente.
Caminamos durante unas dos horas por las faldas de la montaña hasta llegar a su cresta. Aquí fue cuando empezó a valer la pena el esfuerzo. Aunque el camino seguía ascendiendo, el tener en visuales tanto sobre el valle de Sopo – La Calera, como el poder ver Tocancipa, Briceño  hacia el occidente. Hacia el oriente poder apreciar el inmensurable poder de atracción y tranquilidad que genera el agua sobre el ser humano, la Represa de Tominé adornada a manera de pesebre navideño por el pueblo nuevo de Guatavita, Guasca, el inicio del Parque Nacional Natural Chingaza,  La suma de estas dos visuales simplemente es impresionante, en mi memoria guardo nítidamente este fondo, haciendo que un bello primer plano sea insignificante frente al telón de fondo que teníamos.
Aunque el sol que había iniciado el día incandescente había sido tamizado por una serie de nubes, el calor corporal que este nos había proporcionado durante el inicio de esta caminata nos permitió darnos cuenta de la fuerza del viento que azotaba los arboles y nos ponía heladas las manos y orejas pese a estar sudando del recalentamiento que sufríamos por el esfuezo. Entre ramas y  hojas los pinos silbaban y  rechinaban por la fuerza del viento mientras nosotros contemplábamos y disfrutábamos. Poco a poco, el paramo se iba abriendo paso entre el bosque que veníamos transitando.
https://fbcdn-sphotos-d-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash3/395203_10151158073324679_704788191_n.jpghttps://fbcdn-sphotos-d-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash3/536181_10151158074859679_2059425996_n.jpgMirábamos hacia el oriente y se comprendía como el ser humano es capaz de transformar el paisaje, para mi es imposible imaginarme como seria el paisaje del valle que hoy inunda la represa de Tominé antes de https://fbcdn-sphotos-h-a.akamaihd.net/hphotos-ak-snc6/s720x720/218001_10151158072829679_588179219_n.jpgser inundado. Caminábamos otro poco y entre los arboles veíamos hacia el occidente, enormes fabricas, poblaciones desordenadas entorno a una carretera, todo sobre un tapete de diversos verdes, cada día mas opacado por inmensas superficies de plásticos y tejas que colonizan a manera de bacteria este hermoso paisaje.  
Tras llegar al Parque Ecológico Pionono, pudimos tener las visuales más amplias posibles sobre el costado occidental. La vista sobre el pueblo de Sopó era como una planta fugada, estábamos en un balcón sobre la población. Respaldados por una densa vegetación que se mezclaba entre páramo y bosque y unos sectores donde a piedra era tan vertical y lisa que al carecer de vegetación parecía como una pared de fondo a donde nos encontrábamos.
https://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash4/419997_10150680107919679_1797347043_n.jpgEmprendimos nuestro camino de vuelta para encontrarnos con el bus que nos recogería para llevarnos hacia la laguna sagrada de Guatavita. De vuelta almorzamos en la entrada al parque, descansamos un poco y luego volvimos a tomar camino abajo hacia el punto de reunión con el bus.  Tras haber preguntado en  un par de lugares el camino para llegar hasta Guatavita, nos internamos por una carretera destapada que al parecer no tenía mucho transito de buses de esta envergadura ya que fue necesario que el conductor del bus tomara un machete y limpiara algunas áreas del camino para permitir el paso del bus. Durante este trayecto de aproximadamente una hora hasta la taquilla de entrada de la laguna sagrada. El viento helado de hace unas horas se había convertido en una llovizna intensa y casi horizontal que se sentía como agujas heladas en los pocos pedazos de piel que quedaban expuestos directamente a esta lluvia. Tras esperar un poco que iniciara el camino con el guía (ya que inicia cada veinte minutos)  a calor de unas empanadas calientes con ají  para acumular calorías para la caminata que nos esperaba.
https://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net/hphotos-ak-snc7/s720x720/431102_10150680104759679_753235408_n.jpghttps://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash4/303826_10151158076489679_986190673_n.jpgAndando unos treinta y cinco minutos o tal vez cuarenta desde la taquilla, y tras una breve ambientación de la historia y rituales que sucedían en este lugar, se llega a la cresta de la montaña donde se encuentra la laguna sagrada de Guatavita. Esta etapa del viaje fue tal vez la menos espectacular del viaje, tal vez por el cansancio, tal vez por ser un destino que ya había sido visitado anteriormente. Seguramente el  hecho que sea un lugar tan organizado, donde no se siente que se está descubriendo nada, donde un guía recita interminablemente el mismo sonsonete sin ninguna variación.  El ascenso si es bastante impresionante, ya que pese a ser corto y no muy inclinado, se puede presenciar la transición entre el bosque y los campos de cultivo y la vegetación de paramo. También es importante resaltar como el paisaje y la montaña como tal fueron intervenidos. Se cercenó la montaña en el afán de diversos grupos a lo largo de la historia ya que desde que se conoce la leyenda de El Dorado. Desde lo alto se evidencia como un terreno en el que predominaba seguramente el bosque alto andino y los inicios del paramos ha sido intervenido y modificado hacia un paisaje de cultivos bastante abundantes por la riqueza hídrica del sector.
Tras regresar de esta travesía, la suma del cansancio y de la caída de la noche sobre la sabana de Bogotá se combinaron para no dejarnos apreciar el camino de vuelta hacia la cuidad. Hubiera sido importante el plantear también la lectura del camino de vuelta ya que esta cambia según en qué sentido se tome. 

24 de mayo de 2012

El dia que realmente descubrí...

Solo después de estar allí podrán entenderme
Realmente no tengo ni idea que día fue esto. Realmente no importa si había salido de mi casa un día antes, o un mes antes, o si no hubiese salido. Solo sé  que era feliz, que estaba de viaje y que solo estábamos los tres incondicionales.
Tras caminar largas horas por océanos de arena, que caían suavemente tras volar sobre rocas al mar. Caminamos mucho ese día, aunque no tanto como en otras ocasiones. Recuerden que el tiempo no existe. Caminamos y caminamos paralelos a la playa. Caminamos y caminamos entre dunas interminables de arena dorada. Encontramos en el camino variopintas culebras que al principio asustaban, pero al acostumbrarse a verlas y entender el por que del respeto que inspiran, empezaban a asombrarnos. Encontramos osamentas de lo que algún día intento ser una vaca, quijadas de burro, esqueletos de algún tipo de pájaro… encontramos… encontramos…nos encontramos. El cliché de decir esto solo lo podrán llegar a negar después de realmente vivir algo similar. Ya no recuerdo si caminábamos hacia las dunas de Taroa, o hacia el inmensurable mar profundamente azul que sabíamos que estaba cerca a la entrada al golfo de Maracaibo. Eso realmente no importa.
El poder ver una playa tan hermosa como la puedan imaginar. Seguramente un poco más que eso. La hermosura de este paisaje se potenciaba segundo a segundo con la soledad. Una soledad que no era abrumadora. La soledad nos acompañaba. El rugido tenue o fuerte del mar nos invitaba a seguir caminando. Sin darme cuenta estaba solo. Sabía que tenía compañía, pero ellos estaban seguramente encontrando el camino que el rugido del mar les mostraba.
Creo que perplejo es la palabra que más se acerca para describir el cómo me sentía. No estoy seguro si el fuerte rugir del mar me había ensordecido lo suficiente para atenuarse y mimetizarse con mis pensamientos o si el tenue sonido de este había despertado toda mi sensibilidad y logró hacerme oír todo lo que pasaba a mi alrededor ¡No me importa!
Este mágico momento estoy seguro que no duro más de unas cuantas respiraciones tranquilas. Este breve momento es el que me acompaña y me recuerda que la paz realmente existe. Entendí que nada realmente malo podía pasar. No tenía comida. No tenía agua. Lo único que tenía era a la naturaleza dándome señas de su poder. Mostrándome que cualquiera es el camino para conocerla. Simplemente tengo que apagar la puerta, cerrar la luz, y dejar que el camino me vaya descubriendo.

Seguramente no dije nada con este relato. Posiblemente no hayan entendido que es lo que quiero decir. Tendrían que mirarme a los ojos para comprenderlo.
Estas imagenes ayudan.

18 de mayo de 2012



Probando con Audio, Una buena canción para que se hagan a la idea de lo que es viajar a san basilio de palenque.

Canción: La cantadora, Tierradentro
La Cantadora (Con Petrona Martínez) by Tierradentro on Grooveshark

l extranjero.

Gata Golosa

En cada rincon puede haber exhuberantes sorpresas que puede que hayamos cruzado miles de veces y nunca nos hayamos dado cuenta de su belleza. No es necesario irse a otro lado para descubrir cosas, a veces podemos visitar nuestra propia ciudad con los ojos de extranjeros.
Tenjo, Sabana de Bogotá.


 

Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.  
Fernando Pessoa