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Solo después de estar allí podrán entenderme |
Realmente no tengo ni idea que día fue esto. Realmente no importa si había
salido de mi casa un día antes, o un mes antes, o si no hubiese salido. Solo sé
que era feliz, que estaba de viaje y que
solo estábamos los tres incondicionales.
Tras caminar largas horas por océanos de arena, que caían suavemente tras
volar sobre rocas al mar. Caminamos mucho ese día, aunque no tanto como en
otras ocasiones. Recuerden que el tiempo no existe. Caminamos y caminamos
paralelos a la playa. Caminamos y caminamos entre dunas interminables de arena
dorada. Encontramos en el camino variopintas culebras que al principio
asustaban, pero al acostumbrarse a verlas y entender el por que del respeto que
inspiran, empezaban a asombrarnos. Encontramos osamentas de lo que algún día
intento ser una vaca, quijadas de burro, esqueletos de algún tipo de pájaro… encontramos…
encontramos…nos encontramos. El cliché de decir esto solo lo podrán llegar a
negar después de realmente vivir algo similar. Ya no recuerdo si caminábamos hacia
las dunas de Taroa, o hacia el inmensurable mar profundamente azul que sabíamos
que estaba cerca a la entrada al golfo de Maracaibo. Eso realmente no importa.
El poder ver una playa tan hermosa como la puedan imaginar. Seguramente un
poco más que eso. La hermosura de este paisaje se potenciaba segundo a segundo con
la soledad. Una soledad que no era abrumadora. La soledad nos acompañaba. El rugido
tenue o fuerte del mar nos invitaba a seguir caminando. Sin darme cuenta estaba
solo. Sabía que tenía compañía, pero ellos estaban seguramente encontrando el
camino que el rugido del mar les mostraba.
Creo que perplejo es la palabra que más se acerca para describir el cómo me
sentía. No estoy seguro si el fuerte rugir del mar me había ensordecido lo
suficiente para atenuarse y mimetizarse con mis pensamientos o si el tenue
sonido de este había despertado toda mi sensibilidad y logró hacerme oír todo
lo que pasaba a mi alrededor ¡No me importa!
Este mágico momento estoy seguro que no duro más de unas cuantas
respiraciones tranquilas. Este breve momento es el que me acompaña y me recuerda
que la paz realmente existe. Entendí que nada realmente malo podía pasar. No tenía
comida. No tenía agua. Lo único que tenía era a la naturaleza dándome señas de
su poder. Mostrándome que cualquiera es el camino para conocerla. Simplemente tengo
que apagar la puerta, cerrar la luz, y dejar que el camino me vaya descubriendo.
Seguramente no dije nada con este relato. Posiblemente no hayan entendido
que es lo que quiero decir. Tendrían que mirarme a los ojos para comprenderlo.
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Estas imagenes ayudan. |
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