Fotografía e Historias de Viaje Amateur

24 de mayo de 2012

El dia que realmente descubrí...

Solo después de estar allí podrán entenderme
Realmente no tengo ni idea que día fue esto. Realmente no importa si había salido de mi casa un día antes, o un mes antes, o si no hubiese salido. Solo sé  que era feliz, que estaba de viaje y que solo estábamos los tres incondicionales.
Tras caminar largas horas por océanos de arena, que caían suavemente tras volar sobre rocas al mar. Caminamos mucho ese día, aunque no tanto como en otras ocasiones. Recuerden que el tiempo no existe. Caminamos y caminamos paralelos a la playa. Caminamos y caminamos entre dunas interminables de arena dorada. Encontramos en el camino variopintas culebras que al principio asustaban, pero al acostumbrarse a verlas y entender el por que del respeto que inspiran, empezaban a asombrarnos. Encontramos osamentas de lo que algún día intento ser una vaca, quijadas de burro, esqueletos de algún tipo de pájaro… encontramos… encontramos…nos encontramos. El cliché de decir esto solo lo podrán llegar a negar después de realmente vivir algo similar. Ya no recuerdo si caminábamos hacia las dunas de Taroa, o hacia el inmensurable mar profundamente azul que sabíamos que estaba cerca a la entrada al golfo de Maracaibo. Eso realmente no importa.
El poder ver una playa tan hermosa como la puedan imaginar. Seguramente un poco más que eso. La hermosura de este paisaje se potenciaba segundo a segundo con la soledad. Una soledad que no era abrumadora. La soledad nos acompañaba. El rugido tenue o fuerte del mar nos invitaba a seguir caminando. Sin darme cuenta estaba solo. Sabía que tenía compañía, pero ellos estaban seguramente encontrando el camino que el rugido del mar les mostraba.
Creo que perplejo es la palabra que más se acerca para describir el cómo me sentía. No estoy seguro si el fuerte rugir del mar me había ensordecido lo suficiente para atenuarse y mimetizarse con mis pensamientos o si el tenue sonido de este había despertado toda mi sensibilidad y logró hacerme oír todo lo que pasaba a mi alrededor ¡No me importa!
Este mágico momento estoy seguro que no duro más de unas cuantas respiraciones tranquilas. Este breve momento es el que me acompaña y me recuerda que la paz realmente existe. Entendí que nada realmente malo podía pasar. No tenía comida. No tenía agua. Lo único que tenía era a la naturaleza dándome señas de su poder. Mostrándome que cualquiera es el camino para conocerla. Simplemente tengo que apagar la puerta, cerrar la luz, y dejar que el camino me vaya descubriendo.

Seguramente no dije nada con este relato. Posiblemente no hayan entendido que es lo que quiero decir. Tendrían que mirarme a los ojos para comprenderlo.
Estas imagenes ayudan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario