![https://fbcdn-sphotos-a-a.akamaihd.net/hphotos-ak-prn1/s720x720/548136_10151158071999679_1784315913_n.jpg](file:///C:/Users/SANTIAGO/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image002.jpg)
![https://fbcdn-sphotos-f-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash4/318412_10151158074359679_717329694_n.jpg](file:///C:/Users/SANTIAGO/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image004.jpg)
El frio era típico de una madrugada en la sabana de Bogotá, un cielo
exquisitamente azul con un par de nubes perfectamente algodonadas prometían un día
de clima perfecto (cosa que en este hermoso paraje geográfico es totalmente utópico
e idílico). El sol asomaba un par de grados por encima de los cerros orientales
y sumándose al retumbar de los tambores y gritos eufóricos de la noche anterior
que aun retumbaban en mi cabeza, no veía la hora de que el bus arrancara su
recorrido.
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Tras caminar unas dos o tres cuadras desde el parque principal de Sopó,
en dirección noroccidente, nos encontramos atónitos frente a un camino que debíamos
subir. Este tenía una inclinación bastante cercana, si no superior, a los
cuarenta y cinco grados, y se extendía casi que infinitamente. Pese a estar
pavimentada y supuestamente habilitada para e tránsito de vehículos motorizados,
se notaba a leguas que, a duras penas los perros de las viviendas que se
encontraban a ambos lados del camino eran capaces de subir por esta vía. Al
pasar los primeros cien o doscientos metros
de este recorrido, lo que en el inicio era
un grupo bastante compacto se convirtió en un grupo fraccionado de individuos
que resoplando, secándose el sudor de la frente, y atacando desesperadamente
sus reservas de agua, luchábamos frente a la agreste pendiente y el cansancio. Como
todo gran esfuerzo en la vida, tarde o temprano trae una recompensa, tras haber
recorrido los primeros trescientos o cuatrocientos metros, tras tanta inclinación
ya se podía empezar a apreciarse algunas
curvas, sectores de la sabana de Bogotá. Esto siguió sucediendo según el camino
iba avanzando.
![https://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash4/285568_10151158074649679_1787375278_n.jpg](file:///C:/Users/SANTIAGO/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image008.jpg)
Habiendo superado esos primeros quinientos o seiscientos metros iníciales,
rompedores de pierna, perforadores de pulmones, paulatinamente nos dimos cuenta
que, al ir desvaneciéndose la intensa pendiente que caminábamos hacia una ya no
tan intensa pero aun pendiente, también veíamos difuminarse la densidad de las
construcciones a lado y lado del camino. Tras tener ya un segundo aliento pude empezar
a entender y disfrutar el camino. Casas bastante sencillas y correctas, de
campesinos contrastando con intentos de suntuosidad y egos sobresaltados se
mezclan sobre las laderas de este inmenso cerro. Casetas metálicas que algún día
fueron tiendas del sector, se barajan de vez en cuando con restos de alguna
carrera de ciclo montañismo que frecuentemente acontecen por esta ruta, algunos
carros con música a todo volumen suben entusiasmados, aventurándose a lo que más
tarde será para ellos su primera experiencia en parapente.
Caminamos durante unas dos horas por las faldas de la montaña hasta llegar
a su cresta. Aquí fue cuando empezó a valer la pena el esfuerzo. Aunque el
camino seguía ascendiendo, el tener en visuales tanto sobre el valle de Sopo –
La Calera, como el poder ver Tocancipa, Briceño
hacia el occidente. Hacia el oriente poder apreciar el inmensurable poder
de atracción y tranquilidad que genera el agua sobre el ser humano, la Represa
de Tominé adornada a manera de pesebre navideño por el pueblo nuevo de
Guatavita, Guasca, el inicio del Parque Nacional Natural Chingaza, La suma de estas dos visuales simplemente es
impresionante, en mi memoria guardo nítidamente este fondo, haciendo que un
bello primer plano sea insignificante frente al telón de fondo que teníamos.
Aunque el sol que había iniciado el día incandescente había sido tamizado
por una serie de nubes, el calor corporal que este nos había proporcionado
durante el inicio de esta caminata nos permitió darnos cuenta de la fuerza del viento
que azotaba los arboles y nos ponía heladas las manos y orejas pese a estar
sudando del recalentamiento que sufríamos por el esfuezo. Entre ramas y hojas los pinos silbaban y rechinaban por la fuerza del viento mientras
nosotros contemplábamos y disfrutábamos. Poco a poco, el paramo se iba abriendo
paso entre el bosque que veníamos transitando.
![https://fbcdn-sphotos-d-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash3/395203_10151158073324679_704788191_n.jpg](file:///C:/Users/SANTIAGO/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image010.jpg)
![https://fbcdn-sphotos-d-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash3/536181_10151158074859679_2059425996_n.jpg](file:///C:/Users/SANTIAGO/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image012.jpg)
![https://fbcdn-sphotos-h-a.akamaihd.net/hphotos-ak-snc6/s720x720/218001_10151158072829679_588179219_n.jpg](file:///C:/Users/SANTIAGO/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image014.jpg)
Tras llegar al Parque Ecológico Pionono, pudimos tener las visuales más
amplias posibles sobre el costado occidental. La vista sobre el pueblo de Sopó
era como una planta fugada, estábamos en un balcón sobre la población.
Respaldados por una densa vegetación que se mezclaba entre páramo y bosque y
unos sectores donde a piedra era tan vertical y lisa que al carecer de vegetación
parecía como una pared de fondo a donde nos encontrábamos.
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![https://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net/hphotos-ak-snc7/s720x720/431102_10150680104759679_753235408_n.jpg](file:///C:/Users/SANTIAGO/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image018.jpg)
![https://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash4/303826_10151158076489679_986190673_n.jpg](file:///C:/Users/SANTIAGO/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image020.jpg)
Tras regresar de esta travesía, la suma del cansancio y de la caída de la
noche sobre la sabana de Bogotá se combinaron para no dejarnos apreciar el
camino de vuelta hacia la cuidad. Hubiera sido importante el plantear también la
lectura del camino de vuelta ya que esta cambia según en qué sentido se tome.